Todos los días eran iguales hasta que llegaste tú
Su luz.
La primera vez que lo vi tenía el resplandor del sol en su cara, sus cejas eran el marco de un cuadro que seguramente alguien pintó para mí, ni muy alto, ni muy guapo, atractivo. Él quizá tenía un par de horas en este terreno del placer en el cual se convierten los bares cuando ves ganar al equipo de fut de tu país en un mundial. Quiero decir que a lo mejor había bebido lo necesario para intentar ligar a una desconocida; la desconocida era yo.
Sentí que ese hombre me gustaba y no sabía por qué:
¿No te molesta que me siente a tu lado? (Él se podía haber sentado frente a mí) A lo que respondí: No, me da igual.
-Me siento aquí, para sentirte más cerca, sostuvo.
Recuerdo esa escena y sonrío.

Pasó la noche y pasaron las caricias. Él dormía y yo flotaba a su lado. Mi vida había sido monótona los últimos meses, seguramente él había tenido muchas parejas y yo otras tantas, me sentí avergonzada, no creía que podría conocer a alguien tan rápido en un bar. - Mi mejor antídoto contra la resaca, su abrazo.
Un año después volvimos a ese bar, a la mesa que compartimos por primera vez ya no somos los mismos, le veo la luz por todo su rostro, no pasa un día sin que me haga reír ¡Ha valido la pena! Cada persona tiene un tiempo, una forma de estar que lo hace ver mejor, es su luz y es nuestro tiempo.
XOXO
