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El amor inicia donde terminan los cuentos

“Yo amaba el amor como en mis primeros días.”

-Paul Éluard

Suena una canción:


Coincidíamos los fines de semana, recorría su casa con una bata enorme y calientita, como si llevara su abrazo siempre conmigo. Era la bata que él me dio cuando llegué por primera vez al encuentro; se la regaló su hermana y él me la obsequió como una transferencia de cariño.

Intentábamos ver series completas y nunca pasábamos del segundo episodio: el ocio se posterga cuando existe la necesidad de conocer el cuerpo y arte del amante.

Mi cuerpo y su cuerpo estaban vivos como el fuego. Mientras sonreía, sus dedos tatuaban la curva de mi cintura, yo acariciaba su espalda con una dicha desconocida. Los amores y sus primeros encuentros.

Él decía que todo era nuevo para él; yo inquieta pensaba:

¿Siempre somos lo mismo?

¿Siempre hacemos lo mismo?

¿Repetimos patrones?

¿Este es el inicio del amor?

Fuimos memorizando nuestros cuerpos pero no conocíamos nuestra mente. La intimidad nos venció. Nunca hicimos un pacto de esos que hacen las parejas en los primeros desvelos, no supimos rendirnos ante el impecable juego del amor.

La historia hasta ese entonces era una flama viva que no languidecía. Pero llegó el primer roce y el jugador que siempre gana, se llevó la batalla: el ego, ese enemigo sólido que casi siempre vence y avanza.

No sé en qué momento se me ocurrió dejar de ser la protagonista de esta historia. En ese instante debía comenzar el amor.

¡No me conoces! – le dije.

¡No me dejaste conocerte! – me contestó.

No sé en qué momento permití que me quitara todo y me dejara sola, desnuda del ánimo, con mi bolsa en la mano y las llaves de mi carro en la otra. Me fui, él caminó del otro lado de la calle y yo hacia un mundo diferente, uno en el que él ya no pertenecía.

XOXO


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