Mis amigas, tan diferentes como parecidas: yo soy ellas.
Mis amigas y yo somos tan diferentes pero tan parecidas. Todas tenemos un poco de la otra. A veces nos asaltan las dudas, los complejos nos carcomen, el miedo nos paraliza y así nos vamos hasta regresar a ese diván de seguridad que es la amistad, ese espacio abierto donde muestras tus dudas e inseguridades. Forjamos día a día lo que somos de nosotros a través de los otros.
Una amistad es un pilar de fuerza, mujer con mujer, mano a mano. Ellas son quienes me componen, sus problemas son mis problemas: graves y únicos. Escuchar, asentir y abrazar, es lo que hacemos al vernos frágiles como un papel que va volando.

Aquí, en el diván de la amistad, abrazas y te abrazan. Resaltamos las mejores características de cada una, se lleva un registro puntual de cómo hemos crecido, de cómo nos ha costado vivir, de lo buena que es la vida o de lo terrible que en veces se muestra.
Unidas a través de la distancia, por medio de la experiencia, compartimos conocimiento, sabores y desganos. En las caminatas, un meme o en ese screenshot; entender sin explicar, comentar y discutir, enfrentar y sincerarnos. Mujeres unidas. Hermanas, compañeras, cómplices, justicieras, luchadoras, trabajadoras, jefas, desempleadas, estudiantes, artistas, periodistas, pintoras, enfermeras, madrinas, psicólogas, guías, tejedoras de sueños. Siempre que tengo que hablar de ellas, de nuestra amistad, como dice la escritora de origen español Rosa Montero: “Me detiene el miedo de no estar a la altura, de que mis palabras no logren merecerse a mis amigas”.
Una relación de amigas es una isla de luz y ustedes son mi luz. Que la igualdad nos alcance y que ese halo de magia que nos otorga la amistad, las haga brillar por siempre.
Las quiero,
XOXO
