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Ésta es mi revolución: Voy a amarme

Me quiero.

Me quiero y el lunes me voy a poner a dieta.

Me quiero pero no a mi nariz aguileña. Mamá, Juana y Lucía ya se operaron. ¿Se te hace bonita Petra? Marta se puso busto. A mi no se me hace bonita, es muy dentona. Sí me quiero pero ando ahorrando para la lipo. Me quiero, me quiero, lo repito pero a veces, muchas veces, casi todas las veces, no lo siento. Me quiero, tengo toda la intención de amarme. ¿Ya sigues a Cristina Pérez en Instagram? Es perfecta.

Ésta es mi batalla y ésta es mi revolución: Voy a amarme

Desde muy chica aprendí que quería ser una mujer ideal. Aprendí a diferenciar a gente bonita de la fea y así aprendí la definición de la belleza. También aprendí que la gente bonita era la que salía en la tele, la que consumía mi mamá en las revistas de belleza, la que salía en mis cuentos, la que salía en los comerciales de las carreteras y aprendí que solo a las bonitas les llegaban flores en San Valentín. Sin embargo también aprendí que esas mujeres bonitas estaban en todos lados menos en mi vida real.


Ser bonita incluía estos atributos: Cuerpo delgado, piernas largas, de piel blanca, cintura chica, pechos grandes, ojos grandes, manos delgadas. ¿Continúo o ya nos sabemos la receta?


Difícilmente veía a una mujer diferente en un comercial, a menos de que tomaran un papel secundario. Cuando había una chica con rasgos africanos o latinoamericanos eran estilizados para parecer europeos y aun así casi nunca tomaban el papel importante. Inconscientemente crecí pensando que para ser exitosa en este mundo uno tenía que ser así, perfecta. La perfección, ese estado inaccesible, por definición inhumano. El problema más grande que tengo con la perfección es que nos pone a aspirar entrar a todas en una lata de atún y así poder ser objetos a la venta para el mundo. El problema es que cada vez que elevamos a una mujer con esos atributos reforzamos la cultura sexista que nos quiere como objeto sexual, cuando el valor de la mujer es más que su cuerpo, es el de sus pensamientos y sus actos.


Estos son los sexismos cotidianos de doble moral que hemos aceptado y que debemos cambiar:

Mujer- Canas = desaliñada

Hombre- Canas = sexy


Mujer- Gorda = se odia/ floja/ fea/ descuidada/ fodonga

Hombre- Gordo = se da gustos/ buen comer/ chistoso/ simpático


Mujer- Vellos = asco

Hombre- Vellos= sexy


Mujeres- Envejecer = vieja

Hombres - Envejecer= sexy/ con experiencia/ interesante


Mujer- Soltera- Se quedó a vestir santos/ Tiene para lo que le alcanzó

Hombre- Soltero- Es muy exitoso/ Está eligiendo


Mujer- Sin maquillaje/Desarreglada = Deprimida/no le importa la vida

Hombre- Desarreglado = Es sencillo/ No se complica


La doble moral que vivimos nos grita por todos lados que tenemos que moldearnos a los mismos parámetros de belleza para tener éxito. Pero la realidad es ésta: todas tenemos una mejor amiga que es bellísima, «perfecta», pero si nos ponemos a platicar con ella nos damos cuenta que ella tiene a otra amiga más bella que ella, y así nos damos cuenta que ella también batalla para quererse a sí misma por todo el consumismo de perfección que nos rodea. Esto significa que las mujeres vivimos en un estado de «búsqueda» de la perfección y difícilmente vivimos el de «ser» perfectas. El ejemplo más sencillo de ésto es el de verte en una foto del pasado y pensar lo guapísima que estabas y al mismo tiempo recordar que en ese momento también te sentías gorda. ¡Paremos eso! ¿Eso significa que nuestro cuerpo puede cambiar pero el sentimiento de «estar gorda» es el único consistente? ¡Eso es lo que tiene que cambiar! El cuerpo puede cambiar pero lo más importante que tiene que cambiar es el sentimiento de percepción que tenemos sobre nuestro cuerpo. Sintámonos hermosas a pesar de nuestro cuerpo.


Es importante que el peso de tu cuerpo no defina tu percepción de valor propio. Es importante que no critiques a otras chicas porque todas estamos en esta batalla de amor propio. A mí no me define mi físico, me definen mis pensamientos, mis actos, mi educación, mi conocimiento, mis experiencias y mi disciplina. A mí no me define ni mi feminidad, ni mi talla, ni mi peso, ni mi orientación sexual, ni el color de mi piel, ni mi tamaño, ni mi tipo de ropa, ni mi maquillaje.

Y como dice Laura Bates, en su libro de sexismos Girl Up, «La acción más rebelde de una mujer es la de amarse en un mundo que le grita que no lo haga». ¡Lean su libro!


Aquí incluyo algunos pasos que te pueden ayudar a quererte cada día más:

  1. Dale besos a tu cuerpo y diles a distintas partes de tu cuerpo que las amas. Puede sonar raro pero si tú te dices que te quieres te sentirás mejor contigo misma.

  2. Rodéate de amigas que te quieran y elimina a las que te hacen daño. Dile a tus amigas que juntas eliminen las pláticas de «gordura» y cada vez que una critique el físico de alguien dile que eso no está bien y que no es relevante hablar de eso. Dile que te corrija si tu haces lo mismo.

  3. Advertencia: Este ejercicio se dice fácil mas no lo es. A veces me sigo cachando pensando que a alguna chica se le ve la celulitis en sus pantalones rosas pero luego recuerdo que lo más probable es que ella sufra por lo mismo. No está bien que critiquemos el físico, si vas a criticar, critica pensamientos o actos mas no el físico. Hay que corregir nuestros pensamientos constantemente.

  4. Y date cuenta que la gente que te ama de verdad no querrá cambiarte.

Recuerda que la felicidad no es un cuerpo y que tu valor no lo define el tamaño de tu cintura.


Ésta es mi revolución de amor. ¿Te unes?

XOXO

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