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Era tan dulce como el azúcar

(Escuchar esta canción y leer el texto)


Este diálogo es mi historia de terror:

Él: ¿Hoy no hubo amor?

SL: Hola, ¿cómo dices?

Él: No hubo amor de tu parte, no hablamos.

SL: ¡Ay!, tranquilo, estaba trabajando.

Una nube de dudas se produjo en mi cabeza al leer este mensaje: ¿qué le contesto?, ¿cuándo hablé de amor?, ¡si nos acabamos de conocer!

Salimos un par de fines de semana, hablábamos con regularidad por WhatsApp, me contó de sus orígenes, de lo orgulloso que estaba de que por sus venas corriera sangre mexicana e italiana... Sí, nos conocimos en Tinder: aposté al juego del amor por internet, hicimos match y decidimos vernos para ver qué tal nos iba en este dulce y desafiante juego del amor.

Paul fue claro desde un principio; él había terminado una relación que lo dejó tirado en la lona emocionalmente. No quería repetir los errores del pasado y llegaba a esta nueva historia lleno de fuerza emocional. Esa fuerza vital llena de energía pero también de azúcar, demasiado azúcar; una característica de las personas que me produce terror y ganas de querer alejarme a la primera.

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Como Paul fue claro, decidí serlo yo también y apelar a la sensatez cuando le dije "no estoy interesada en una relación por el momento (contigo)" - eso último lo pensé, pero no se lo dije. La verdad es que no me conquistó ni su gran altura, ni su cuerpo de surfista, ni su acento italiano, ni sus atenciones. No hubo química, por más que intentaba agradarme. Una parte de mí se sentía sofocada, casi sin aliento.

Y es que la relación al principio me sorprendió por amorosa. Me di cuenta que sí, que existía el amor a primera vista. El shock fue que no se produjo en mí sino en él. Un rayo tenebroso y duro le pegó en medio del cuerpo como a Frankenstein y lo revivió. Porque cuando me vio empezó a transpirar, se le abrieron los ojos, me quería tomar de la mano a cualquier momento y sentía cómo este, estaba lleno de je ne se quoi para él, no para mí.

Y es que yo vi su mirada y me vi a mí. Yo era él en una relación anterior, y cómo decir que no, cuando yo había sentido lo que él estaba sintiendo.

Pero entonces empezó mi historia de terror: si yo tenía que ir a un lugar, él quería que lo invitara. Estaba presente todo el día y si no estaba, los mensajes no paraban. Junto con él estaban las fotos de su pecho como de actor de cine de los ochenta. Mientras tanto, yo seguía con mi vida normal, planeaba cosas sin necesitar de incluirlo en mi plan. Y al acabar mi día rendida, no me imaginaba sus ojos antes de dormir.

En esta relación yo ya no era la que decía "buenas noches" como a todos mis amores del pasado. Despertaba apenada por no responderle a tiempo y también por no tener el interés suficiente. Pero esto no era amor y la gota que derramó el vaso fue el texto poético amoroso de tres párrafos que recibí en Messenger, cuya primera frase decía "Estoy pensando en ti, Señorita Lechuga".

Cuando recuerdo ese texto me doy cuenta primero con sorpresa, después con alivio, que uno debe estar con quien le aporta la misma cantidad de pasión, de fuerza, de elemento sorpresa.

Te busco con la dulzura necesaria.

Que no les pase como a mí.

XOXO

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