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El chico de la Torre de Babel

Chica conoce a chico y después los besos, y así podría seguir escribiendo la historia hasta contar un final feliz. Pero una vez más seré honesta porque a mí no me ha pasado así en las situaciones de pareja.

Una de mis más recientes historias empezó más o menos así: lo conocí, me gustó, le gusté y me pareció simpático con unos hoyuelos en las mejillas que lo convertían en un ser ma-ra-vi-llo-so al sonreír. Un par de salidas románticas, unos dos conciertos, un verano juntos, su mano en mi pierna y ¡uff!, qué recuerdos... Nuestra relación fue un viento fresco acariciando mi rostro.

Llamadas, un fin de semana juntos, hasta que, ¡plop!, en la convivencia diaria me di cuenta (ambos lo notamos) que no podía con él; es decir, su forma de ser no era tan atractiva para mí por el control, los celos, esos que matan al amor, dijera Carlos Fuentes. Llegué al límite.

Sin embargo, traté de continuar la relación, más fines de semana juntos y la verdad es que él no estaba feliz conmigo (ni yo con él). Se le notaba en la mirada, en su forma de tocarme, en su piel que no sentía cercana. Y una y otra vez yo preguntaba: ¿qué tienes?, pero él como siempre decía "no, no tengo nada". Uno nunca tiene nada cuando le pesa todo.

Las llamadas escaseaban, los mensajes por Whatsapp eran pocos, me sentía una triste canción de amor. Y esa chica que conoció al chico ya no era la misma, estaba enojada. Si él llamaba, no contestaba, si yo le llamaba, él tampoco lo hacía. Quedábamos a una hora que nunca llegaba, empezaron los juegos del gato y del ratón. ¿Por qué? Porque ninguno de los dos quería enfrentar la realidad y decir: se acabó.

Chica calla, chico ignora.

Que no les pase como a mí, chic@s

XOXO


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